Tres serán las herramientas utilizadas en este proyecto que definen la propuesta en su globalidad. En primer lugar, se propone una nueva línea de cornisa que ofrezca continuidad visual en la relación urbana de las piezas. Con este recurso, se levanta un cuerpo ligado a la torre de viviendas que funciona como campanario o elemento arquitectónico que enfatiza su independencia frente al resto de la composición.
En segundo lugar, se propone un grupo de planos plegados abierto en las dos direcciones tangenciales, este y oeste. Con este juego formal desaparecen los huecos de escala doméstica y se introduce la luz natural tangencialmente en las aulas a través de las aperturas verticales durante las primeras horas del día y las últimas de la tarde. La fachada se abstrae y desaparece cualquier referencia a la escala de los elementos arquitectónicos de ambos edificios colindantes para adquirir una condición sacra.
En tercer y último lugar, la materialidad de la fachada se resuelve con la piedra tradicional del lugar, caliza. Su ejecución mampuesta recuerda las construcciones tradicionales de la provincia, incluidas las pequeñas iglesias ubicadas en el centro de los municipios. Su colocación se rige por el patrón de los planos quebrados adquiriendo un juego de texturas, luces y sombras cuando la luz sesgada discurre por el paramento. La intervención se finaliza rompiendo los paños de piedra por pequeñas aperturas circulares de 1o centímetros de diámetro que se dispersan irregularmente por toda la fachada. En las tardes de invierno y durante la vigilia, la luz emerge entre estos huecos como destellos, produciendo la ilusión de una fachada que vibra por la luz y evoca la continuidad del firmamento tras ella.
